Y con esa exhibición sacó a la selección alemana de la pista. Alemania demostró lo que ya se sabia que son Nowitzky y once más, solo aguantó un cuarto. La roja salió a la pista enchufada, consciente de que esta es la fase que separa a los hombres de los niños, ansiosa por competir y con ganas de dar un puñetazo encima de la mesa y dejar claro que este Eurobasket le pertenece por méritos propios, sabiendo que hoy por hoy son el mejor equipo del mundo (a la espera de que los americanos se pongan las pilas y traten de dar réplica). España construyo como siempre, desde la defensa, y llevo el partido a un ritmo anotador vertiginoso (el que le gusta), demostrando un abanico escandaloso de recursos y apoyados en las rotaciones y en la aportación de todos y cada uno de sus integrantes. Al descanso ya no había partido. La segunda parte fue una fiesta, un baño de gloria, un homenaje a la afición y al buen baloncesto, un aperitivo, un entrante para el plato fuerte, las semifinales y a por el postre (el dulce oro).
Dos partidos para la gloria europea. Arriba la roja!!!
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